Dios, dame cerebro ya que no me diste dignidad.
Entre martinis, terminó siendo la frase de la noche.
Entre martinis y miradas sexys y asesinas que iban y venian por un corredor mas bien transitado y lo suficientemente amplio como para poder ser vistos sin verse.
Recordar como había empezado la historia ya no tenía sentido, porue había empezado como todas, una mirada, el gusto, un beso y la frialdad inexplicable.
Ya ni siquiera las cosas sabían a lo que antes.
Había cosas que perdían el sentido, pero otras, las remplazaban y ganaban espacio.
Otro martini y la frase de la noche sería un excelente epitafio.
Otro martini...
Dos aceitunas mejor y la cuenta.
Para epitafios, las historias ajenas, pero esas son mejores contadas que leídas.