martes, 25 de septiembre de 2007

septiembre 25 de 2007, 12:11

Cuando se mira en retrospectiva y se empieza a desglosar la vida, nos encontramos atados a miles de lugares y personas, pero sobretodo a ciertos espacios. Y empieza la pregunta eterna que me ha rondado, es la necesidad imperiosa de saber a dónde pertenezco, cuál es mi lugar.
La casa de la infancia y la adolescencia, el lugar del primer beso, el primer bar...
Hace poco trataba de recordar los olores del apartamento donde crecí, donde encontraba mis perras, que ya no existen, donde tenía 20 metros cuadrados de habitación, donde aprendí a ver el mundo con mis propios ojos (a veces muy miopes por cierto).
Ahora después de muchos años de preguntármelo y de pretender adivinar a dónde pertenezco, creo saber que es mejor no pertenecer a ninguna parte, es mejor pertenecer a álguien y mejor si ese álguien soy yo.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Septiembre 5 de 2007 16:11

Últimamente he notado que mi punto de vista frente a las relaciones afectivas ha ido cambiando radicalmente, no se si será por los años que tengo o por lo que he vivido, pero ya no soporto las relaciones posesivas y absorbentes.
No puedo entender a los novios celosos y a las novias histéricas, encimosas pero sobre todo dueños de una posesividad soterrada que disfrazan de amor.
Para ellos está permitido llamar doscientas veces al día, a preguntar de forma muy disímulada qué está haciendo el otro, dónde y con quién, con el argumento de la preocupación por el otro, que sólo busca saciar sus ansias de control y subyugación de su pareja.
En C.S.I en cierto capítulo que no recuerdo como se llama, decían que llamar una vez al día es amor es amor, cinco obsesión y más de cinco es acoso.
Si algún infortunado se acerca a su pareja, el celoso posesivo caerá sobre esta, pero no con escándalos ni golpes, no. En este caso hablamos del celoso solapado, que se dedicará a dañarle el ratico a su pareja y a sembrarse un montón de dudas a sí mismo que logran descomponerle la vida.
Yo la verdad no entiendo este tipo de relaciones, soy feliz con un hombre que ni me fastidia la vida ni espera que se la fastidie, porque tenemos como bases la confianza, el respeto y el diálogo.
No sé si será por mi edad o lo que he vivido, pero me da pesar de quienes se dejan envolver en relaciones enfermizas disfrazadas de amor.