lunes, 3 de diciembre de 2018

Diciembre 3 de 2018, 2206

Con alguna frecuencia abro el cajón donde están mis lápices, los colores, los marcadores, los lapiceros y las plumas.
Cada vez con más frecuencia encuentro tinta seca... algún lapicero que ya no escribe, las plumas que se niegan a trabajar de tanto abandono. Hace unos días alguien me preguntó qué pasó entre las letras y yo y no tuve respuesta. Hay gente que se da el lujo ególatra de decir que el mundo no merece lo que escriben pero yo, yo llevo mucho tiempo queriendo otra vez empezar, que las letras no sean simples tareas ajenas o direcciones en la calle o cosas que tienen todo el sentido para el mundo, pero para mí no, que no llegan, que no hablan más que de trámites idiotas como el de moverse por la vida sin más.
Ayer pasé frente a un lugar hermoso y su nombre daría para millones de historias, para reconstruir un país entero, una civilización antigua, una cultura que se ha extendido por la tierra entera. Pero no, a mí no me dijo nada, no se me quedó dando vueltas en la cabeza como antes. Como tendría que ser, maldita sea, si terminara de ser yo otra vez.
Cierro otra vez la caja, les prometo que esta vez no será tanto tiempo sin mirarlos... Espero...