domingo, 20 de diciembre de 2015

Diciembre 20 de 2015, 0750

Ahora vivo con miedo.
Jamás pensé que diría esto, que llegaría a este nivel.
Admitirlo es la cosa más difícil que he hecho en mi vida. Yo que siempre fui fuerte, que siempre fui independiente y autónoma, ahora me reconozco, dentro mi fortaleza, independencia y autonomía, como una persona que tiene miedo.
Estoy lejos del miedo a vivir, del miedo a levantarme y seguir. Para eso estoy bien entrenada.
No. Tengo miedo de alguien. Viví los últimos dos años de mi vida bajo un "régimen de terror", en una historia de "amor" tóxica y dañina que estuvo a punto de acabar con mi vida. Literalmente. Y me acostumbré. Creí en historias de hadas donde el amor puede con todo, donde yo misma era responsable de la felicidad de alguien que no sabe ser feliz, donde la mujer perfecta es la que más aguanta y, al mejor estilo de Scarlet O'hara, sabe que mañana siempre será otro día para seguir aguantando.
Me da mucha vergüenza contar todo esto. Pero lo hago. Parcialmente por catársis, en menor medida para que, si alguien se siente identificado con una historia de maltrato, sepa que nadie tiene que aguantarse nada. Si no se es feliz, si hay maltrato de por medio, si la vida color de rosa se vuelve gris plomo, hay que buscar ayuda para poder levantarse, ponerse los zapatos y salir corriendo.
El amor de verdad, el bueno, jamás agrede, jamás duele, jamás deja morados en el alma, ni la necesidad de esconderlos con sonrisas postizas.
El amor de verdad nos ayuda a salir de eso y nos recuerda cada día que merecemos todo lo bueno que pueda existir.
Hoy vivo con miedo. Se que se quita. Se que tengo la posibilidad de levantarme cada día y seguir, porque aunque estuvo a punto de acabar conmigo, de robarme el corazón que late, aún tengo tres motivos para levantarme cada día. Mis chicas y yo.