Antes que nada, quiero disculparme con las de mi especie porque después de esta entrada muchas me van a odiar.
Y de paso aclarar que no soy machista, que no ando en contra de nosotras, ni jugando a ser una reveladora de verdades.
Para mi convicción y solo de mi cabeza, para entender cosas y dejar de sacar conclusiones a la ligera.
Pensando mucho en las "rarezas masculinas", en su capacidad infinita de cambiarnos el escenario de juego y de ser un día unos y otro día otros, pues llegué a ciertas conclusiones. Aclaro que no quiero sacarlos a todos en limpio, porque algunos no tienen ni idea de lo que quieren o donde están parados, pues noté que somos más nosotras las que cambiamos las reglas y escenarios del juego.
Que cómo así??? si nosotras no hacemos Naaaaaaaaaaaaaaaaaada malo... Me explico, resulta que los hombres (generalizando aunque en este caso me refiero a la mayoría), cuando empiezan algo con alguna de nosotras, nos la ponen bien clara. De entrada sabemos que quieren. Y nosotras muy bonitas, para engancharlos, pues les aceptamos las cosas como son.
Cuando ya sentimos y estamos convencidas (si, claro) que los tenemos súper seguros, entonces empezamos a dibujar escenarios posibles, que nos gustan más. A exigir cosas que de entrada cedíamos por pura y física conveniencia, para que la carnada fuera creíble.
Pero señoritas, ellos no cambian, las que cambiamos somos nosotras, esperando que ellos no se den cuenta y cuando no se amoldan al antojo de cambio que tenemos (porque no es capricho, es solo antojo), entonces los raros y que han cambiado, son ellos.
Si, ellos son mas inmutables que nosotras, mas estables, menos llenos de fantasías y maricadita varia en la cabeza.
Si uno de mujer, aprende eso, se hace menos pajas mentales y aprende a vivir mejor.
lunes, 11 de abril de 2011
jueves, 20 de enero de 2011
enero 20 de 2011, 0854
Ahora que entiendo todo, es más fácil hilar los últimos hechos.
Yo pensé que el inicio era lo más extraño, pero no.
Haber recibido una llamada del portero de tu edificio hizo que mi día estuviera llena de curiosidad. Llegar a tu casa y encontrar una nota donde dejabas mi número y el de tu mejor amigo, para que te regáramos las plantas en tu ausencia, explicó un poco la situación.
Tu mejor amigo está fuera del país, así que el plan B era yo.
Igual entré, aunque recordé que el día que estuve no ví ni una sóla planta.
Todo se veía desordenado, como si hubieras salido de afán.
Buscando las tales plantas, encontré una nota.
Parecía una invitación. En papel negro, muy suave y bonito, con caligrafía plateada y lacre.
Pero… No entendí ni una palabra de lo que había escrito.
Copié, lo mejor que pude la información. Sé que no debí haberlo hecho, sé que la curiosidad puede ser un defecto y debo confesar que, en mi caso, lo es.
Con las llaves de tu casa en un bolsillo y la copia de la tarjeta en otro, salí a buscar aun amigo que habla muchos idiomas.
Nos encontramos en un café y después de conversar un rato, le mostré el papel. Me dijo que ya se le hacía raro que lo hubiera llamado después de tanto tiempo…
No puedo describir la cara de pánico que puso, que fue convirtiéndose lentamente en fascinación y envidia.
Me preguntó de dónde había sacado el escrito. Yo, como mala mentirosa, le conté que lo había encontrado en casa de un amigo. Le pregunté qué idioma era y me dijo que se trataba de griego antiguo.
Me preguntó quién era el dueño de la nota, y ahí sí preferí guardar el secreto.
Me dijo que debía ser álguien especial, o talentoso o algo así.
Le pregunté qué decía la nota. A estas alturas de la tarde, sentía que iba a morirme si no sabía qué decía en ese pedazo de papel.
Y muy despacio, dándoselas de muy importante, leyó:
“Queridísmo Contador de historias:
Al igual que el año anterior, ha llegado el momento en que mi esposa regresa a casa.
Sé que sus múltiples compromisos le retienen en su hogar, pero al ser una persona tan talentosa y deberse a las artes antes que a sí mismo, le reitero la invitación anual a mi reino.
Acá, como siempre, encontrará las comodidades que le he ofrecido en pasadas ocasiones. De igual manera, obtendrá su pago al final de su visita.
Sé que mi esposa estará ansiosa de recibirlo y de pasar un tiempo en su compañía.
Hades.”
Yo no pude más que quedarme en silencio y sentirme confusa y sorprendida.
Ya entendía por qué no había obtenido ninguna respuesta a mis llamadas.
De todo esto sólo me quedó una duda, ¿Cuándo regresas de contarle historias a Perséfone?
Yo pensé que el inicio era lo más extraño, pero no.
Haber recibido una llamada del portero de tu edificio hizo que mi día estuviera llena de curiosidad. Llegar a tu casa y encontrar una nota donde dejabas mi número y el de tu mejor amigo, para que te regáramos las plantas en tu ausencia, explicó un poco la situación.
Tu mejor amigo está fuera del país, así que el plan B era yo.
Igual entré, aunque recordé que el día que estuve no ví ni una sóla planta.
Todo se veía desordenado, como si hubieras salido de afán.
Buscando las tales plantas, encontré una nota.
Parecía una invitación. En papel negro, muy suave y bonito, con caligrafía plateada y lacre.
Pero… No entendí ni una palabra de lo que había escrito.
Copié, lo mejor que pude la información. Sé que no debí haberlo hecho, sé que la curiosidad puede ser un defecto y debo confesar que, en mi caso, lo es.
Con las llaves de tu casa en un bolsillo y la copia de la tarjeta en otro, salí a buscar aun amigo que habla muchos idiomas.
Nos encontramos en un café y después de conversar un rato, le mostré el papel. Me dijo que ya se le hacía raro que lo hubiera llamado después de tanto tiempo…
No puedo describir la cara de pánico que puso, que fue convirtiéndose lentamente en fascinación y envidia.
Me preguntó de dónde había sacado el escrito. Yo, como mala mentirosa, le conté que lo había encontrado en casa de un amigo. Le pregunté qué idioma era y me dijo que se trataba de griego antiguo.
Me preguntó quién era el dueño de la nota, y ahí sí preferí guardar el secreto.
Me dijo que debía ser álguien especial, o talentoso o algo así.
Le pregunté qué decía la nota. A estas alturas de la tarde, sentía que iba a morirme si no sabía qué decía en ese pedazo de papel.
Y muy despacio, dándoselas de muy importante, leyó:
“Queridísmo Contador de historias:
Al igual que el año anterior, ha llegado el momento en que mi esposa regresa a casa.
Sé que sus múltiples compromisos le retienen en su hogar, pero al ser una persona tan talentosa y deberse a las artes antes que a sí mismo, le reitero la invitación anual a mi reino.
Acá, como siempre, encontrará las comodidades que le he ofrecido en pasadas ocasiones. De igual manera, obtendrá su pago al final de su visita.
Sé que mi esposa estará ansiosa de recibirlo y de pasar un tiempo en su compañía.
Hades.”
Yo no pude más que quedarme en silencio y sentirme confusa y sorprendida.
Ya entendía por qué no había obtenido ninguna respuesta a mis llamadas.
De todo esto sólo me quedó una duda, ¿Cuándo regresas de contarle historias a Perséfone?
martes, 11 de enero de 2011
Enero 11 de 2011
Ahora que mis vacaciones se acabaron y fueron equivalentes a una excelente caja de chocolates, puedo decir que pensé mucho, bailé, me reí y asombrosamente el año nuevo me cogió en a ducha y no lloré ni un poquito.
Dentro de todo, tuve tiempo para pensar en una noche en particular de meses atrás.
Me acordé mucho de detalles intrascendentes pero interesantes.
Y podría decirte que a punta de recuerdos, tu olor invadió mi cuarto, sentí otra vez el sabor de tus besos, vi el brillo de tus ojos y me dejé llevar por tu sonrisa.
Sentí tu calor muy cerquita, el tacto de tu pelo, de tu piel...
Y aunque fué el recuerdo de una sola noche, podrí a decir que quisiera que volviera otra vez.
Dentro de todo, tuve tiempo para pensar en una noche en particular de meses atrás.
Me acordé mucho de detalles intrascendentes pero interesantes.
Y podría decirte que a punta de recuerdos, tu olor invadió mi cuarto, sentí otra vez el sabor de tus besos, vi el brillo de tus ojos y me dejé llevar por tu sonrisa.
Sentí tu calor muy cerquita, el tacto de tu pelo, de tu piel...
Y aunque fué el recuerdo de una sola noche, podrí a decir que quisiera que volviera otra vez.
sábado, 4 de diciembre de 2010
Diciembre 3 de 2010
DE ahora en adelante y por salud mental, los humanos deberíamos aprender a ver el amor como una caja de chocolates.
Disfrutarlos mientras duran y cunado se acabe, botar el empaque. ¿O es que uno se sienta a llorarle a la caja cuando su contenido se acaba?
Debería esta uno mas bien agradecido cuando aquel(la) que ya no siente nada, se va y deja el espacio vacío para que álguien mas llegue. Agradecerle porue tuvo la decencia de admitir que se quedó sin pilas y que ya no hay nada que hacer.
Agradecerle por lo bueno que fué mientras duró y por los momentos compartidos. Desearle siempre lo mejor, incluso aunque uno sienta que no lo merece (la buena energía siempre se devuelve).
Aunque no cabe la menor duda que si la caja era de trufas, siempre deja como cierta necesidad de al menos unita mas...
Disfrutarlos mientras duran y cunado se acabe, botar el empaque. ¿O es que uno se sienta a llorarle a la caja cuando su contenido se acaba?
Debería esta uno mas bien agradecido cuando aquel(la) que ya no siente nada, se va y deja el espacio vacío para que álguien mas llegue. Agradecerle porue tuvo la decencia de admitir que se quedó sin pilas y que ya no hay nada que hacer.
Agradecerle por lo bueno que fué mientras duró y por los momentos compartidos. Desearle siempre lo mejor, incluso aunque uno sienta que no lo merece (la buena energía siempre se devuelve).
Aunque no cabe la menor duda que si la caja era de trufas, siempre deja como cierta necesidad de al menos unita mas...
lunes, 22 de noviembre de 2010
Noviembre 22 de 2010, 1439
Yo quiero una respuesta.
Lo grito desde acá, encadenada a una ceiba.
Yo quiero una respuesta, así me quede acá por el reso de mi vida, esperándola.
Si el arcoiris, es una ilusión óptica, que depende de la estatura del observador, ¿entonces al amor cómo hay que medirlo? ¿Con el tamaño del corazón del observador? ¿Con el ritmo de sus latidos?
Yo me quedo acá. Debajo de la ceiba. No importa. Igual, he decidido ser una espectadora de la vida.
Lo grito desde acá, encadenada a una ceiba.
Yo quiero una respuesta, así me quede acá por el reso de mi vida, esperándola.
Si el arcoiris, es una ilusión óptica, que depende de la estatura del observador, ¿entonces al amor cómo hay que medirlo? ¿Con el tamaño del corazón del observador? ¿Con el ritmo de sus latidos?
Yo me quedo acá. Debajo de la ceiba. No importa. Igual, he decidido ser una espectadora de la vida.
viernes, 5 de noviembre de 2010
Noviembre 5 de 2010, 1624
-Así es el desamor.
Eso dijo la abuela McAllister a sus chicas.
-Se parece a la historia del hombre que comió muchas galletas. Un día se sentó frente a una montaña de galletas de mantequilla.
Se las comió con avidez y no se dió cuenta que la última estaba empezando a dañarse.
Empezó a dolerle el estómago, a tener la visión borrosa y sentirse muy, muy asustado.
Tanto se concentró en su dolor de estómago, que cuando llegó la cena y estuvo frente a él, no pudo verla, ni olerla ni tocarla.
Estaba tan ocupado con su dolor que no se dió cuenta que tenía enfrente suyo.
Y así, como cuando uno tiene indigestión de galletas...
Eso dijo la abuela McAllister a sus chicas.
-Se parece a la historia del hombre que comió muchas galletas. Un día se sentó frente a una montaña de galletas de mantequilla.
Se las comió con avidez y no se dió cuenta que la última estaba empezando a dañarse.
Empezó a dolerle el estómago, a tener la visión borrosa y sentirse muy, muy asustado.
Tanto se concentró en su dolor de estómago, que cuando llegó la cena y estuvo frente a él, no pudo verla, ni olerla ni tocarla.
Estaba tan ocupado con su dolor que no se dió cuenta que tenía enfrente suyo.
Y así, como cuando uno tiene indigestión de galletas...
martes, 26 de octubre de 2010
Octubre 26 de 2010, 0827
No hace falta que te vistas o te desnudes. Solo hace falta que, por una vez, seas tú.
Yo solo puedo ofrecerte arrancarme la piel en tiras, entregarte mi corazón desnudo, vestirme con los girones del ayer, deshecho.
Trataré de ser honesta, con algo de luz dentro de tanta oscuridad. Intentaré no perderme en el camino desierto que ofrecen tus ojos hasta tu alma escondida.
Y entonces, cuando por fin puedo tocar a las puertas cerradas que ocultan la verdad de tu verdad, sólo tocaré una vez, o tiraré piedritas hasta tu ventana.
Quizás, pueda ver tu cara curiosa, asomada a la ventana de la torre mas alta.
Yo solo puedo ofrecerte arrancarme la piel en tiras, entregarte mi corazón desnudo, vestirme con los girones del ayer, deshecho.
Trataré de ser honesta, con algo de luz dentro de tanta oscuridad. Intentaré no perderme en el camino desierto que ofrecen tus ojos hasta tu alma escondida.
Y entonces, cuando por fin puedo tocar a las puertas cerradas que ocultan la verdad de tu verdad, sólo tocaré una vez, o tiraré piedritas hasta tu ventana.
Quizás, pueda ver tu cara curiosa, asomada a la ventana de la torre mas alta.
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