Se levantó de la cama muy despacio y empezó a vestirse.
Ella, fumaba lentamente cubierta con la sábana.
-Sabés,- le dijo él mientras tenía un zapato en una mano y una media en la otra, -Me siento medio raro.
Ella, apagó el cigarrillo y se paró de la cama. Seguía desnuda. Con una sonrisa extraña, con una sonrisa en un solo lado de su cara, se le acercó.
Le ayudó a ponerse los zapatos.
-Qué es lo que sientes?.
-No sé, como si me faltara algo...
Ella no pudo evitar la risa junto con un pensamiento bastante acertado sobre lo que había "perdido" él en las últimas 4 horas, pero no dijo nada.
-De verdad, no te rías, siento como un hueco en el pecho, como sí...
Ella lo miró y la sonrisa se le borró de la cara, con una mueca parecida a un bostezo, salió una mariposa de su boca.
-Dale, cogela, igual parece que no estás listo para entregarme el corazón como dijiste hace 20 minutos.
3 comentarios:
DI EL CORAZÓN UNA VEZ, EN LA CALLE TODAVÍA ENCUENTRO MIGAJAS. MUY BUENO TU CUENTO, NO DEJAS DE SORPRENDERME.
Lo malo de entregar el corazón es que a veces se lo entregamos a los menos indicados y por desgracia nunca lo regresan.
Jajaja, uno siempre entrega el corazón de buena fé, que lo reciban o no eso es otra cosa. Yo a lo que me refería es a los cobardes afectivos, a los que nunca lo entregan de verdad sino de la boca para afuera!!!!
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