jueves, 30 de julio de 2009

Julio 30 de 2009, 0135

Hoy no tengo permiso de estar triste.
Ayer tampoco.
Descubrí que las lágrimas ocultan la luz, sólo basta llorar un poquito, liberarse, descargarse, para despejar la mente.
Me cuesta mucho admitirlo, pero ya qué le voy a hacer. Estoy enamorada.
Estoy tomando decisiones en mi vida. Con amor, con paciencia, con calma.
Decisiones para alcanzar mi felicidad.
La banda sonora de mi cabeza está mejor, más dulce.
Ahora solo falta esperar.
Y para la gente impaciente, como yo, es mejor esperar sentadito.
Igual, te quiero!!!

sábado, 25 de julio de 2009

Julio 25 de 2009, 1411

Yo sé que la paciencia no es mi mayor virtud.
Me gustan las cosas "para YA".
Me gusta tener todo bajo control.
Yo aseguro que intento estar tranquila y permitir que la vida siga su curso natural, lo juro.
Me siento juiciosa y medito.
Para el afán de mi cabeza y le pido que se calme un poquito.
Pero aún así, me gana la pensadera, la necesidad de certezas.
Hoy estoy particularmente irritable, neurótica, intolerante.
Hoy no me regañaron, pero alcancé a oir que iban a hacerlo y esta vez no es culpa mía.
Tengo muchas cosas pendientes, que necesito solucionar. Una es mi responsabilidad y no veo una salida inmediata.
Las otras dos dependen de más gente y no puedo hacer nada para concretarlas, para arreglarlas.
Mucha gente dice que si algo tiene solución, para qué se preocupa uno, y si no tiene solución, para qué se preocupa uno... El tema es que no encuentro luces que me orienten, que me digan qué tengo qué hacer...
Auxilio

martes, 21 de julio de 2009

21 de Julio de 2009, 1629

Un soplo de brisa en el cuello me recuerda tu tacto.
Una tarde más bien fría, perfecta para recordar.
Ahora no descuento segundos hasta nuestro próximo encuentro.
Sólo sumo los minutos hasta la próxima fecha que, aún, no ha sido fijada.
No sé qué lugar nos espere. No sé qué ropas nos vistan.
Hoy no sé mucho.
Solo sé que, acá, con un soplo de brisa en el cuello, te espero.

miércoles, 15 de julio de 2009

15 de Julio de 2009, 0813

Esta vez simplemente el carro decidió no arrancar.
Tan querido.
La ha obligado a trabajar a pie.
La está obligando a ver cosas de de manera cotidiana nunca observaría.
En una casa un niño llora y una mujer alega.
Un perro espera en una puerta, a que le abran o lo alimenten o alguien decida salir.
Dos personas en un andén hablan. Él llora y ella lo mira muy fría con ganas de saltarle encima y comérselo a besos. Sus ojos la delatan.
Tres borrachos cantan una canción triste y la cantan muy mal.
Una persona que no conoce, ¿o tal vez sí?, la saluda en el camino.
Está cansada. Le duelen las piernas y eso que ya lleva dos meses caminando mucho.
Llega a casa y ahí está el carro. Parece que le dijera "acá te estuve esperando, ¿qué tal tu día?".
Se enoja y siente ganas de llorar...
Con eso igual no arregla nada. Es cuestión de organizar un poquito la vida.
Tarde o temprano, lo va a hacer andar de nuevo. Que aproveche y descanse...

viernes, 10 de julio de 2009

10 de Julio de 2009, 1523

Este último mes ha pasado muy silencioso.
Sólo un par de eventos que me saquen de mi deliciosa nueva vida, de mi calma que ha dejado de ser aparente.
He vuelto a escribir, y mucho. A ver si asì cumplo promesas pendientes. A ver si digo cosas pendientes. El papel es mejor escuchando, por lo menos no me hace dar ataques de pànico.
Estoy contenta y ansiosa, pero ansiosa rico, de cosas que hace un mes no hago.
Esta noche arreglo todo para el viaje.
Esta noche me tomo un martini con una aceituna negra y escribo màs cosas secretas que me estàn llenado la panza de libèlulas resplandecientes.
Un beso al mundo. Hoy se lo merece.

martes, 30 de junio de 2009

30 de Junio de 2009, 1606

Yo no sé por qué extraña razón la felicidad es tan difícil de entender.
En este momento y desde hace varios días, estoy feliz.
Pero también tengo miedo de estar feliz.
Todo está saliendo tan bien... demasiado bien, tal vez, para mí que llevo un buen rato con todo patas arriba.
Estoy recibiendo lo que había pedido cada noche, con toda la fé del mundo y, sobretodo, con toda la calma.
Ahora me habitan lucecitas móviles en la panza, que conviven con un agujero negro que intenta sorberme las entrañas cada vez que se le da la gana, cada vez que un sonido, una imagen o un contacto específico aparecen.
Y la sensación es rica y, hasta donde he podido entender, mutua.
Mi empleo me encanta, pero me asusta no dar la talla, defraudar a mi jefe y al súper jefe y a la compañía. Pero sobretodo a mí misma.
Por qué pueden vivir juntos la felicidad y el miedo?
Se sientan a la mesa a mirarse feo, a ver quién gana más terreno, a ver quién es más fuerte.
Yo no sé, solo se que quiero que la felicidad y sus causantes duren mucho tiempo y podamos sacar a este man tan malaclase de la casa.

martes, 23 de junio de 2009

junio 23 de 2009, 1641

Josephine McAllister, como buena señorita victoriana que guarda las apariencias, aunque sea en el bolsillo, se había prometido mantener el corazón a buen recaudo, escondido como un tesoro de pirata de aquellos de hace mas de doscientos años.
Con el corazón, escondido en una isla que sólo ella sabía encontrar en su mapa personal, había guardado también la dignidad, el plano de ella y el pegante universal.
Josephine sabía de historias, de escribir canciones y cuentos, de preparar martinis y, sobretodo, de huir de los cretinos, mantenerse a prudente distancia.
Josephine, muy prudente y discreta, sabía no creer en señales equivocadas. Sabía que habia que ser inteligente para no dejarse estafar.
Pero un día, de esos que no avisan, encontró en su camino un mercader de productos brillantes, telas y espejos. Tenía los mejores espejos del mundo, traídos de lejos, traídos de antes, como antigüedades costosas.
Josephine era muy cauta, pero era muy mujer. No estaba sorda y como decían las viejtas, el cuento entra por los oídos.
El mercader le ofrecío su mercancía y además le entregó su corazón, pero no el de verdad, una copia al carbón, patinada de oro para que reluciera como si estuviera nuevo, como si no trajera arrugas ni recovecos.
Confiando en el mercader, Josephine le dió el plano de la isla secreta que está ubicada en su jardín inmarcesible y personal, le contó cuál era la combinación del baúl para econtrar su corazón y le creyó.
Durante 38 días Josephine fué feliz.
Durante 38 días creyó que el mundo habitaba en los espejos y que en uno de ellos había encontrado un corazón maravilloso.
Pero qué va, pobre Josephine, sólo vió, en el espejo y en el dueño de éste, el reflejo de su propio corazón.
Ahora josephine va a tener que cambiar la ubicación de la isla y del cofre, va a tener que usar el plano y el pegante universal para pegar los pedazos de dignidad que le quedan, y se va a buscar un cerrajero para que le cambie la clave al baúl.
Mi querida Josephine tiene el corazón roto.